terça-feira, 4 de novembro de 2008

MUTANTES

La jovencita serpiente está mamada de los manoseos de su padre,
que es además su papá papá, no cualquier padrastro de esquina.
Ahora resulta que al viejo culebrón le parece deliciosa la china,
se ha puesto toda brillantica y de carnes macizas.
Igual a la mamá cuando él la conoció.
Y no puede dejar de tocarla
con su lengua viperina
ni echarle ojo de víbora mientras se baña.
¡Es que mija, ay Dios, mueve esa caderita de una forma...!
Así que nuestra serpiente jovencita, mientras se atreve a huir,
decide volver a ponerse la piel que hace poco abandonó.
Está guardada en un cajón, opaca y raída.
El viejo lamenta esta horrible noticia,
su “lombricita” se ve enclenque con esas ropas,
pero en el fondo agradece
la decisión tomada.
Tendrá que hacer lo suyo
él
mutar
distinto a su padre
y a su abuelo.

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