terça-feira, 2 de junho de 2015

PUTADEI 2015

Hoy, dos de junio, se celebra una de las fechas que en los últimos años más me ha interesado celebrar. El día internacional de las prostitutas. De las trabajadoras sexuales. De las putas. No que sean sinónimos, sino que se entrelazan entre cortinas diversas. Una fecha de justicia y libertad, central para el mundo por venir.

Celebrar el día de las prostitutas es un privilegio cuya posibilidad no tiene más de cuarenta años. Un privilegio que vamos construyendo cada vez más personas en el mundo. Es un privilegio porque nos tocó a nosotros. Una de las cosas más verdaderamente nuevas de la humanidad. Aún en construcción. Las putas y las trabajadoras sexuales tienen un día en el que nos conectamos en redes difusas alrededor del mundo para celebrar sus batallas; para celebrar su oficio, su existencia.

Y para celebrarnos. A nosotros también, que nos permitimos ser a sus lados. A nosotros y nosotras que tanto las queremos. A nosotros y nosotras que ya pagamos por sus servicios, que ya nos enamoramos de ellas, que somos sus compañeros de lucha o, simplemente, sus amigos. Celebrar esas mujeres en nuestras vidas; celebrar que recibimos de alguna las enseñanzas más valiosas de la vida, celebrar que maquilladas y perfumadas nos lanzaron arroz en nuestro matrimonio y que en las separaciones se emborracharon con nosotras (perfumadas y maquilladas), que nos ayudan a ser gente.

Esta celebración es una lucha. Una de las más importantes que podemos hacer en nuestros tiempos. Por eso esta celebración me interesa más que el día de las madres y que la navidad. Porque se trata de construir condiciones de posibilidad para que las prostitutas (o…) puedan tranquilamente celebrar sus días de las madres y sus navidades si se les antoja y de las maneras como se les antoje. Como un ocho de marzo sin pudor, como un primero de mayo cubierto de encajes, de caricias y de ron.

Esta celebración está anclada en el corazón del mundo. El corazón agrietado y el corazón en devenir.

Las trabajadoras sexuales, como imagen indescifrable y múltiple, son el corazón del mundo. Un corazón agrietado. Sobre sus cuerpos, pisoteándolos en zonas, exámenes, discursos y ansias de abolición, este mundo nuestro construyó, y continúa construyendo, sus finanzas, sus diversiones y sus moralidades. Tantas gentes se han hecho ilustres salvadoras sobre los cuerpos por ellas violentados de prostitutas-gente y de prostitutas-discurso. Gabriela Leite murió después de 30 años de lucha, habiendo ganado mil batallas, habiendo cambiado ese mundo pequeño e infinito, pero murió sin que su trabajo de puta hubiera sido retirado de códigos penales y de policía, fuera del ámbito de las cosas que cualquiera puede manosear o agredir.

…es el corazón que se agrieta cuando le dices “puta” -como un insulto- a tu exnovia, a la nueva mujer de tu exmarido o a tu compañera de trabajo porque logró más dinero que tú… y cuando te sientes ofendida porque te lo dijeron… Se agrieta el corazón del mundo, porque transformamos en insulto la preciosa palabra, porque condenamos como máxima referencia negativa a una manera preciosa e indefinida de ser gente/mujer-en-la-ciudad, porque reproducidos en dos sílabas la pobreza moral de nuestros límites imaginativos.

Eso nos enseñó aquella puta guattarriana llamada Gabriela Leite, y eso aprendemos con otras tantas a cada día. Que la palabra puta es preciosa. Que es un elogio. Y nunca lo olvidaré. Que es el corazón del mundo en devenir. Devenir Puta. Devenir marcadelabialenelcigarrobajolabotarodandolascalles-entrandoportuventanaydándoseunbuenbañodemar-al margen de la fábrica. Al margen del control sanitario. Al margen del hogar. Al margen de la sexualidad. Y tan en el corazón de todo esto, como devenir que se respete. Devenir jugueteo de gata con el ratón. Celebrar el día internacional de las trabajadoras sexual es permitirnos celebrar algo que no fuimos criados para imaginar: un mundo del cual ellas no tienen que irse ni en el cual deben estar pidiendo perdón. Celebrar a las putas, a las trabajadoras sexuales, es celebrar a las mujeres. Inclusive a aquellas que sienten pavor en pensarse putas. O por ellas. ¡Madre, feliz día de las prostitutas!

Hoy, como cada dos de junio, las trabajadoras sexuales de muchos lugares del mundo exigen respeto absoluto por sus derechos. Laborales, sexuales, civiles, económicos, fundamentales. Como tantos y tantas otras trabajadoras en el mundo, y tantas y tantas mujeres, exigen que las violencias contra ellas se detengan: principalmente las violencias que Estados, mesías y patrones ejercen. Una y otra vez lo exigen. Año tras año. Como exigen que las legislaciones nacionales sean cambiadas para que su trabajo sea reconocido de manera completa como lo que es: una opción legítima, un sistema legítimo y posible de relaciones afectivas, comerciales y laborales. Exigen que sus cifras (de gentes y de dinero) no sean usadas para el lucro de Estados y ONGs (a menos que sean las de ellas), ni para justificar avanzadas moralistas o autoritarias, ni para manipular los informes macroeconómicos nacionales… Exigen poder viajar en razón de su trabajo, poder ejercerlo con locales o con extranjeros, con turistas o con tu papá; poder hacer una carrera, estar seguras, pensionarse, aprender con las que más saben, escoger con tranquilidad.

En este día celebramos a la puta mítica y a cada trabajadora sexual hiperreal en nuestro barrio. Celebramos los derechos al trabajo y a la vagabundería; celebramos las mil maternidades posibles y las no maternidades; celebramos todas las diversidades sexuales y las maneras sexuales de trabajo que nos permitan un poquito mejor; celebramos el derecho a vivir mundos modernos, legales y liberales, y a no vivirlos de manera radical y simultanea; celebramos las minifaldas-con-botas, los tenis cómodos con jean para trabajar en la plaza, la motico para llegar rápido en los moteles o lo saltos ágiles de la canoa al navío; celebramos al amor y a la preciosa ausencia de él; celebramos al dinero que corre suelto por las calles, que no se llama salario, que siempre falta y cuya ausencia nunca es larga, y también la poca importancia que en tardes de sol –o de mucha lluvia- pude el dinero tener; celebramos el derecho fundamental de hacer con nuestros cuerpos y con nuestros tiempos lo que se nos de la inacabable gana. 


A todas las putas, prostitutas, trabajadoras sexuales –y etcéteras y tales-, Salud! Felicidades en su día y que vengan más conquistas, gozos y dineros!