segunda-feira, 28 de junho de 2010

Terras estranhas.

(Porto Alegre, Outubro de 2006)

I.

Volto a escrever, numa língua estranha que meus dedos não aceitam tranqüilamente. Delicio-me, mas o caminho mostra-se dificílimo. Pouco conheço de seus jogos, necessidades, calores e extremidades.

Tenho todas as cartas prontas, os silêncios e as hipérboles; algumas metáforas infalíveis e dois ou três giros narrativos que são quase quase narcóticos. Uma lista de advérbios de modo, de tempo, de espaço e até de posição, construída nos não poucos anos de prática poética.

Mas essa língua se me escapa. A terra pela que transita não aceita a sua lavoura, sua promessa. E não é tanto, o meu problema, para responder perguntas ou escrever relatórios; é, principalmente, para evitar que ela pule da cama mais uma vez com aquele rosto de decepção. Amassar poemas certos.

II.

Estou de novo usando o azadón, a hoz, o velho tractor e o costal onde boto os frutos maduros, só que nenhum deles é mais o que era, agora até o cachorro esqueceu-se de ladrar com G.

III.

Aquela terra é mesmo estranha, podes tentar com sabonete e água quente, até com pedra e escova de fios de aço. Podes tirar a pele, polir o osso cru, e esta terra, verás, simplesmente não sai.


Tierras extrañas

I

Vuelvo a escribir, en una lengua extraña que mis dedos no aceptan tranquilamente. Me delito, pero el camino se muestra en extremo difícil. Poco conozco de sus juegos, necesidades, calores y extremidades.

Tengo todas las cartas listas, los silencios y las hipérboles; algunas metáforas infalibles y dos o tres giros narrativos que son casi casi narcóticos. Una lista de adverbios de modo, de tiempo, de espacio y hasta de posición, construida en los no pocos años de práctica poética.

Pero esta lengua se me escapa. La tierra por la que transita no acepta su arado, su promesa. Y no es tanto, mi problema, para responder preguntas o escribir informes; es, principalmente, para evitar que ella salte de la cama una vez más con aquel rostro de decepción. Arrugar poemas ciertos.

II.

Uso de nuevo el azadón, la hoz, el viejo tractor y el costal en donde echo los frutos maduros, sólo que ninguno es más lo que era, ahora hasta al perro se le olvidó ladrar con G.

III.

Aquella tierra es realmente extraña. Puedes intentar con jabón y agua caliente, hasta con piedra y cepillo de cebras de acero. Puedes quitar la piel, pulir el hueso crudo, y esa tierra, verás, simplemente no sale.


El Brindis del Gran Bicho.

A LuihGa, con quien tanto y tan placentero esfuerzo hicimos para desprestigiar a dios.


“…el más depravado de los libertinos brutales,

de los prácticos de la carne,

no alcanza a realizar la mitad del sueño lascivo de un poeta enfermo…”

Ibis. José María Vargas Vila.


-Brindo por esta puta vida que en veces no entiendo- ya con seis tragos encima y una sonrisa bien puesta.

-No brindo por nada- fue su frase durante las primeras dosis.

-Brindo por las mujeres que derrochan simpatía... brindo por la cirrosis, por la vacuna del SIDA- cantó a tres voces divinas.

-Brindo por mis errores loados en sus magníficas palabras- dijo con el noveno trago.

-Brindo por la tarde de ayer y una poesía de nonsense que se convirtió en mundo- gritó casi nostálgico al encender un habano.

-Brindo por la puta vida que jamás entenderéis, que es inevitablemente vuestra y a la que yo os he condenado- dijo alzando la copa por decimocuarta vez.

-Brindo por que de mis heces hacéis gloria, fiesta y norma- proclamó de pie sobre la mesa y casi cayéndose.

-Brindo para pediros perdón por lo que he hecho con vosotros. No sabía bien lo que hacía... tendreis que entenderlo– concluyó el Gran Bicho, sobre el amanecer del octavo día, casi llorando y disminuido como un chiquillo apesadumbrado.

Bogotá, 2005