segunda-feira, 1 de setembro de 2008

25 DE JULIO

A Carol, Nadia, Margarita
y las Mujeres del Magdalena Medio
que allí estuvieron.


Y después tendrás que ser tú el que se arrodille, pequeño proyecto de sirviente, cuando comprendas pedirme perdón. Luego te tocará a ti sentir esta maldita bola de óxido en el estómago, limpiarte los mocos y cargar sobre tu espalda doblada la inmensa vergüenza que me produces hoy. Entonces te esperaré sentada, satisfecha y limpia, con la novela de estos días grabada en mis arrugas.

Yo no te crié para esto, ni te cargué en mi barriga por nueves meses ni me guerrié tu parto contra todos los pronósticos (y tres abortos) ni aumenté mis jornales de trabajo ni, mucho menos, te di de las leches de mi alma para que hoy, acá, con tu ridículo bocito incipiente vengas a cargar tu arma frente a mí. No dediqué mi pescado a criar brazos fuertes para el beneficio de amos que ni tan siquiera conoces. No me dejé manosear a cambio de comida y escuela para que te convirtieras en un imbécil...

No me amenaces ni limites mi camino, no intentes darme del jarabe que te han recetado; porque nosotras luchamos para que tú y tu recua de torpes compañeros puedan volver a los ranchos y tener el cultivo que soñaban y estudiar algo más que un listado de ordenes o, simplemente, permanecer vivos. Para que tu her-ma-ni-ta pueda dormir tranquila, como no lo hace desde que te fuiste... ¿Te acuerdas de ella? O se te olvidó también... Veo por tu cara de hambre que estas disfrutando el maltrato, que tenías razón cuando vaciaste las ollas sobre el piso y dijiste que yo era una vencida sin valor, cuando no acepté el dinero que llevaste el primer mes y me asesinaste restregándome todas mis culpas del pasado.

Ahora eres tú el que se va a quedar quieto, niñito. Sin gritar y sin apuntarnos. Y ni se te ocurra volverme a mirar con esa carita de matón, que ya bastante tengo con los que nos quieren sacar de las tierras. Quédate quieto y déjame pasar. Guarda tu puta escopeta y tus insultos. Guárdala para el entrecejo de tus jefes el día en que veas lo que te han hecho. Guárdalos para ti mismo cuando te mires en el espejo... si es que donde estás tienes un miserable pedazo de espejo. Miserable.

¿Sabes? No me importa tu uniforme. No me importan tus amigos. No me importan tus garras recién afiladas: esta piel -tócala- esta piel, es la piel de un caimán viejo. Así gruñas y saltes sobre ella, así grites y digas que yo me voltié. ¿Hacia dónde? ¿Qué se supone, niñito, que debía haber hecho? ¿Obedecerte? ¿Callarme? ¿Alejarme? ¿Ayudarte? ¿Dejarme morder? Tal vez castigarte. Tal vez nunca haberte parido. Esta piel no puede ya ser penetrada.

Tampoco tus balas me asustan: desde que te largaste he perdido lo que me importaba más que mi vida ¿Me vas a disparar? A ver, no lo dudes, dispara, pero mantente vivo hasta la vejez para que siempre lo recuerdes. Dispara, maldito niño, deja que mis entrañas te vuelvan a bañar como el día de tu parto. Dispara mientras te refugias en mis ojos las noches de tormenta. Dispara, por favor, quiero ver tu dedo apretando el gatillo. Dispara. Ten al menos el valor para hacer bien tu trabajo. Dispara. Méteme de una vez esa remalparida bala en el corazón, porque ya lo tengo destrozado. Dispara... o más vale que te hagas a un lado y nos pidas perdón. [1]



[1] El 25 de julio del 2002, más de 20.000 mujeres de toda Colombia se movilizaron hacia Bogotá y realizaron una manifestación sin precedentes en nuestra historia. Tuvieron que salvar obstrucciones por parte del ejército, la policía, los paramilitares y las FARC, algunas de sus hijas aún andan desaparecidas. Exigieron el fin de la guerra, no su disminución, no su “humanización”, sólo su fin. Que no se gastara una vida ni un hijo ni una hija ni un minuto ni un peso más en esta guerra. Exigieron el respeto por sus derechos, desde las sábanas hasta el Congreso. Los medios de comunicación privados (oficiales) ignoraron por completo el evento. 15 días después se posesionó como Presidente de la República, en un evento cerrado y con transmisión única gubernamental, el Señor Álvaro Uribe Vélez: promotor de los grupos privados de seguridad “Convivir”.

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