sexta-feira, 19 de setembro de 2008

LA ACADEMIA DE GUILLERMO

Lotería ganada, dinero en la cuenta: Guillermo emprenderá su gran negocio.

Inauguración: gran vestido, incontenible felicidad.
En su mano, la escultura: una flecha-falo atraviesa sugestivamente la húmeda manzana roja. El logo de su establecimiento. Símbolo de las dos pasiones más grandes de su vida. Los asistentes pasmados, intrigados, dispuestos a gastar.

Y así Guillermo develó su innovador negocio: con una cuerdita quitó la manta blanca que cubría el letrero principal: “Academia de arquería y de amantería, Chez Guiller Motel”.

Primeras críticas de los movimientos feministas: más publicidad.
¡Tarán!

GINA, LA GUSANA Y EL CUCARRÓN (cuentito del octubre bogotano)

“Se a lua, as cobras e as onças vêem os humanos como antas ou porcos selvagens,
é porque, como nós, elas comem antas e porcos selvagens,
comida própria de gente”.
Eduardo Viveros de Castro. A Inconstância da alma selvagem.



Estando sentados en una hoja de guayacán, la Gusana le dijo al Cucarrón:

-Estos ridículos humanos siguen buscando a los extraterrestres en el cielo... por allá escondidos en las estrellas y viajando en naves aparatosas.

Emprende vuelo el Cucarrón.

-Ridículos, en verdad- afirma mientras revolotea sobre un campo de dientes de león-. ¿Qué puede tener esta flor de parecida a un diente de león? ¿Alguna vez has visto tú un diente de león?

... y mientras volaba en derredor, el Cucarrón comenzó a imaginar al rey de la selva con la boca llena de florecitas amarillas como dientes. Lo imaginó tratando de desgarrar un trozo de venado que su mujer le había llevado para la cena. –Oye, mija, ¿me la puedes partir? Es que se me soltó un pétalo-. Y luego tendría que ir a donde un jardinero para que le pegara los pétalos sueltos y le cepillara correctamente su florida denta-¿dura?...

–Y son tan locos que los buscan parecidos a ellos... ¿Tan torpe es la soberbia, amor?- pregunta La Gusana.

-Eso parece- susurra compasivo El Cucarrón-, eso parece...

La Gusana danza sinuosa, poseída por el zumbido de su amante Cucarrón hasta que él, sin ninguna razón aparente, detiene el revoloteo. Se posa sobre Gina, una diente de león, y desde allá le grita:

-¡¡¡Vamos, amor, que han llamado a reunión en la nave nodriza!!!!

Entonces, una lechuza común aterriza en medio del campo de dientes de león. Tres cucarachas, dos avispas, catorce lombrices rojas, seis mariposas negras y un escarabajo de chaqueta naranja se dirigen hacia las alas del ave, dispuestas como rampas de acceso.

Rumbo a la lechuza, La Gusana se topa con Gina y desde abajo le grita:

-¿Tú qué te estás creyendo, maldita perra terrícola? ¿Piensas que no he visto cómo le acariciabas las entrepiernas con esos bracitos amarillos?

Sin decir una palabra, casi sin dejarla terminar, doblando de un golpe el largo tallo, Gina se deja caer afilada y contundente sobre La Gusana. Su cuerpecito baboso es desgarrado por los pétalos amarillos...

-¿Y si no fuera por los pétalos sino por la forma de las hojas?- piensa El Cucarrón, ignorante de la natural escena a sus espaldas (¿cuántas espaldas tiene un cucarrón?).

segunda-feira, 1 de setembro de 2008

25 DE JULIO

A Carol, Nadia, Margarita
y las Mujeres del Magdalena Medio
que allí estuvieron.


Y después tendrás que ser tú el que se arrodille, pequeño proyecto de sirviente, cuando comprendas pedirme perdón. Luego te tocará a ti sentir esta maldita bola de óxido en el estómago, limpiarte los mocos y cargar sobre tu espalda doblada la inmensa vergüenza que me produces hoy. Entonces te esperaré sentada, satisfecha y limpia, con la novela de estos días grabada en mis arrugas.

Yo no te crié para esto, ni te cargué en mi barriga por nueves meses ni me guerrié tu parto contra todos los pronósticos (y tres abortos) ni aumenté mis jornales de trabajo ni, mucho menos, te di de las leches de mi alma para que hoy, acá, con tu ridículo bocito incipiente vengas a cargar tu arma frente a mí. No dediqué mi pescado a criar brazos fuertes para el beneficio de amos que ni tan siquiera conoces. No me dejé manosear a cambio de comida y escuela para que te convirtieras en un imbécil...

No me amenaces ni limites mi camino, no intentes darme del jarabe que te han recetado; porque nosotras luchamos para que tú y tu recua de torpes compañeros puedan volver a los ranchos y tener el cultivo que soñaban y estudiar algo más que un listado de ordenes o, simplemente, permanecer vivos. Para que tu her-ma-ni-ta pueda dormir tranquila, como no lo hace desde que te fuiste... ¿Te acuerdas de ella? O se te olvidó también... Veo por tu cara de hambre que estas disfrutando el maltrato, que tenías razón cuando vaciaste las ollas sobre el piso y dijiste que yo era una vencida sin valor, cuando no acepté el dinero que llevaste el primer mes y me asesinaste restregándome todas mis culpas del pasado.

Ahora eres tú el que se va a quedar quieto, niñito. Sin gritar y sin apuntarnos. Y ni se te ocurra volverme a mirar con esa carita de matón, que ya bastante tengo con los que nos quieren sacar de las tierras. Quédate quieto y déjame pasar. Guarda tu puta escopeta y tus insultos. Guárdala para el entrecejo de tus jefes el día en que veas lo que te han hecho. Guárdalos para ti mismo cuando te mires en el espejo... si es que donde estás tienes un miserable pedazo de espejo. Miserable.

¿Sabes? No me importa tu uniforme. No me importan tus amigos. No me importan tus garras recién afiladas: esta piel -tócala- esta piel, es la piel de un caimán viejo. Así gruñas y saltes sobre ella, así grites y digas que yo me voltié. ¿Hacia dónde? ¿Qué se supone, niñito, que debía haber hecho? ¿Obedecerte? ¿Callarme? ¿Alejarme? ¿Ayudarte? ¿Dejarme morder? Tal vez castigarte. Tal vez nunca haberte parido. Esta piel no puede ya ser penetrada.

Tampoco tus balas me asustan: desde que te largaste he perdido lo que me importaba más que mi vida ¿Me vas a disparar? A ver, no lo dudes, dispara, pero mantente vivo hasta la vejez para que siempre lo recuerdes. Dispara, maldito niño, deja que mis entrañas te vuelvan a bañar como el día de tu parto. Dispara mientras te refugias en mis ojos las noches de tormenta. Dispara, por favor, quiero ver tu dedo apretando el gatillo. Dispara. Ten al menos el valor para hacer bien tu trabajo. Dispara. Méteme de una vez esa remalparida bala en el corazón, porque ya lo tengo destrozado. Dispara... o más vale que te hagas a un lado y nos pidas perdón. [1]



[1] El 25 de julio del 2002, más de 20.000 mujeres de toda Colombia se movilizaron hacia Bogotá y realizaron una manifestación sin precedentes en nuestra historia. Tuvieron que salvar obstrucciones por parte del ejército, la policía, los paramilitares y las FARC, algunas de sus hijas aún andan desaparecidas. Exigieron el fin de la guerra, no su disminución, no su “humanización”, sólo su fin. Que no se gastara una vida ni un hijo ni una hija ni un minuto ni un peso más en esta guerra. Exigieron el respeto por sus derechos, desde las sábanas hasta el Congreso. Los medios de comunicación privados (oficiales) ignoraron por completo el evento. 15 días después se posesionó como Presidente de la República, en un evento cerrado y con transmisión única gubernamental, el Señor Álvaro Uribe Vélez: promotor de los grupos privados de seguridad “Convivir”.